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viernes, 23 de abril de 2010

El viejo almirez


Hace diecinueve años que este almirez está en mi casa, pero tiene muchos años más, cuarenta como mínimo que son los que llevo casada y durante veinte lo vi en la cocina de los padres de mi esposo.
Cuando ellos faltaron los hijos se repartieron sus pertenencias como se hace en todas las familias.
 En la casa de mis suegros no había cosas de valor monetario, más bien de valor sentimental, cuando ya todos recogieron aquello que necesitaban o les gustaba o eran recuerdos de su niñez, fuimos nosotros. Nuestra casa del pueblo era muy grande y teníamos sitio, así que nos llevamos algunos muebles, pero... para mi lo más importante estaba en la cocina, entre aquellos cacharros viejos por el uso, en aquellos restos de copas cada una de un modelo, vajillas incompletas, por que a mamá le gustaba comprar los platos sueltos, cuando se rompían, los reponía con aquellos que le gustaban,  compraba media docena, y algunas veces hasta menos, así que cuando íbamos a verlos la mesa era multicolor, no había tres platos iguales.
Era una persona buena, con carácter, cariñosa, nunca le vi una mala cara para nadie. Era única para entretener a los niños, le encantaba las labores. Jamás se quejo de ninguna dolencia, tenia la tensión arterial alta y de vez en cuando se olvidaba de tomar las pastillas, su única queja era apoyar su cabeza en la mano y cerrar los ojos guardando silencio, todos sabíamos que algo le pasaba, papá le preguntaba y ella decía que le dolía la cabeza en la nuca, mi suegro ya sabia lo que era, no se había tomado la pastilla de la tensión.
Este almirez ya estaba despicado cuando yo veía a mi suegra usarlo, decía que no le gustaba la cocina, pero hacia unos platos muy ricos, usaba mucho las almendras y el azafrán en hebra que todos los años le compraba a un manchego que llegaba al pueblo vendiendo quesos puros de oveja, garbanzos y el azafrán.
Tengo toda clase de maquinas modernas, pero sigo usando su viejo almirez porque me la recuerda, es como ella, aguanta los golpes para que con el majado que hacemos en el nuestra comida este más sabrosa.
Era pequeñita de estatura, pero grande de corazón, la abuelita Amelia, abueli para sus nietos.
Siempre la recordaremos por todo el amor que nos dio.

4 comentarios:

  1. Hola Marinela,,,,,me encantó el relato,,,,y es muy bonito cuando uno conserva algo de personas maravillosas que han significado mucho en nuestras vidas,,,,
    Besitos.....

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  2. Hola Ilusión, de un tiempo para acá, pienso mucho en mis mayores y en los de mi marido, es decir, en los seres queridos que ya se fueron. Al fallecer mi madre, que era mi techo,ahora siento que el techo soy yo... mi marido... mis hermanos, todos abuelos,a veces me pregunto cuando el ánimo esta bajo. ¿Por donde empezara el desfile?
    Gracias por estar ahí.
    Besos.

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  3. Pues yo también tengo uno igual. Deben ser los años.
    Un saludo

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  4. Seguramente Driada, los años que se van casi sin darnos cuenta.
    Saludos para ti y gracias por tu visita.

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Gracias por tu visita.